martes, 14 de octubre de 2014

Había una vez

Recorrían Barcelona sin agua en los pies,
destilaban caramelos en la orilla San Gines.
Olían a mariposas de brisas en inglés,
sudaban besos sabios con labios al revés.

No olvidaban su locura serrana de ajedrez
ni querían ensuciarse con morfina de jerez,
Cinco horas enterrados en el mar genovés,
apuraban su anatomía en la Península Valdés.

Como caricias romanas a lo largo de un arnés,
rasgaban puntas afiladas como uñas de un siamés.
Se amaban libremente sin tabúes de estupidez
en océanos de arena que olían a perfume francés.