jueves, 30 de julio de 2015

Abandono de hogar

Juntos en esa casa, formamos el hogar. Yo llegué primero, después vino él.
Ayer saqué mi llavero y esas llaves dejaron de ser las que abrían nuestra puerta. De la baulera salió todo y volvió a su lugar. Como el primer día, el sillón allá, esa cama con la colcha floreada. La mesa de Bridge que nunca usamos porque siempre comimos en la cama, volvió a tener el mismo mantel naranja. Ese que era nuestra manta para el río las tardes de verano. Sacamos los cuadros, las luces, los gatos. Hicimos el vacío de nosotros, llenamos con todo lo otro. Los cactus que dibujé con él cuando todavía no era su casa, en el patio quedaron. La pared azul de noche plastilina que pintamos en el cuarto también. Me llevé los pájaros de cerámica que había en la entrada, pero los peces que nadaban a contramano los dejé. En el baño quedó la paz en el espejo, pero todo lo demás se fue. En pocos días el hogar entró en cajas y se transformó de nuevo en esa casa. Que ya no era la nuestra, ni la mía ni la de él. 

51 mts

Me desvanezco en el agua, en la claridad de lo profundo. Son esos cincuenta metros en los que no veo nada. Se empañan algunos recuerdos, palabras risueñas del ayer. Me sumerjo y se van. Todo se diluye en cada bocanda de aire mezclada con burbujas que contienen tanto de mí, de vos, de una ceremonia que no se festeja pero se celebra al renacer. Te miro en lo hondo, con esos ojos míos que no se distinguen en los de nadie, que no dibujan pupilas, que no dicen casi nada pero son tan transparentes como el agua clara que en cada brazada te destiñe. No veo aunque estoy mirando. Un velo de humedad indescifrable adivina figuras de antes, de abrazos en mis brazos que se mueven hacia adelante, revolviendo el mar enjaulado, sacando agua para dar paso a más agua. Creo a veces que estás ahí, enseñándome como antes, hasta el infinito cercano, que los dos sabemos que termina en el otro extremo. Llego, siempre llego y vuelvo a salir sin respirar tanto como debería. No quiero tener ese tiempo para pensarte, recordarte a mi lado o atrás, siguiendo mi agua, bordeando la estela de mi lento avanzar. Podría hacer esto hasta el último suspiro, pero en algún punto me detengo. Dejo fluir todo el cuerpo, suspendiéndome en la contención del líquido. La pausa es efímera, pero me alcanza para encontrarte. Más allá del otro extremo. Las gotas chorrean en charcos a tu lado. Pasaste los cincuenta metros y eso te deja afuera de mis aguas.

¿Para qué?

Tal vez nada de esto tenga sentido.
Vos tan vos y yo tan yo.
Vos y yo tan nosotros.
Ya sé. Es el tiempo que todavía no se fue.
Esto es una tontería.
Vos intacto. Yo igual.
Me pregunto para qué.
Las razones ya las sé, aunque a veces dudo.
No decido si quiero más lo que no quiero que lo que quiero.
Así de complejo, así de simple.
Vos, siempre vos. Y ya, la misma de recién.
Nosotros, intocables, inalterables.
Por más de que estés allá.
Por más de que yo estoy acá.
Enlazados, separados, no entiendo para qué.

Cumplisaños

En una ceremonia que no merece mi festejo, te regalo el silencio de mi voz, el todo de mi ausencia, el hueco de mi abrazo, lo seco de mis lágrimas, el viento de mi aroma, lo reprimido de mis sentimientos y lo desteñido de mi alma. Supongo que igual las velas hay que encender y con vos soplo todos nuestros días, todas nuestra noches, todas las risas compartidas y todos los sueños que nunca compartimos también. Te deseo los mejores augurios para el futuro que nunca vimos, te deseo la felicidad diaria de cada infeliz día y te deseo lo mejor de lo malo para no terminar peor. Celebro con vos este día que me da una pena infinita, te convido un bocado de mi amarga extrañeza y te saludo de improviso con mis palabras lastimadas que envuelvo en angustia escondida antes de hacerte doler.