martes, 16 de septiembre de 2014

30 de Enero de 2009

En mis tardes de amores olvidados, me canso de mirarlos a todos con los ojos atenuados. No sufro penas desmedidas, son más bien tramos cortos de dinamita entretenida. Es la hora que pasa a contramano, queriendo desmechar el velo de mis años. A la vuelta de la vida, uno sabe que no hay tanta rebeldía. Me hundo en sinsabores y saldos, que son en realidad mentiras trazadas con risa. Uno es tarde y es prisa. O acaso son mis pasos que los encuentro en espinas de caricias. Llueven tiras de almas rotas y confundidas sobre mi cabeza. Me pregunto si son ellas las que me darán la bienvenida. Se cansa uno de tanto renacer. Pero sin quererlo una y otra vez lo vuelve a hacer. Más allá aguardan los destinos, insensatos y desprolijos. Mis oídos se derriten al mancharse con palabras de metal, frías y cortantes, disfrazadas de autoridad. Todos dicen saberlo todo, yo creo que tienen gusto a agua. Podrida. 

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