martes, 16 de septiembre de 2014

3 de Marzo de 2009

Uno de esos locos desorbitados. Que no sabe ni calla cuando todo está salado. Uno de esos pobres mares ordinarios. No por común ni olvidado, sino por el sarro de los labios. Y es visto sin prejuicio. De amor y calma y precipicio. No está hecho de alquimia, es producto del viento frío. Que es cuerdo y desquiciado, a la vez, como blanco y manchado. Sigue en su ruta de papel, con pies de lazarillo joven y mal nutrido. Con miedos inventados, de poco tiempo y mal gastado. Sin dientes afilados, para cortar el ruido que no sabe hacer. Grita y calla y su voz es de cenizas. Porque nada más que trizas son sus risas. Un loco desahuciado. Que de llantos de desidia calmó con placer. De rehacer siempre supo, sin nada absoluto tener. No porque no tenga, porque no sabe querer. Ni eso, ni de posesiones gratis sabe comer. Tierno loco mentiroso, que de lluvias vive sin perder. No por audaz, por capaz. Es fácil su perder. Suma restas que lo van a someter. Uno de estos días amarillos su capa de fiselina va a decaer. Capaz por audacia un tormento enemigo lo haga ver. Difícil tarea, imposible de una vez. La esperanza, loco irrespetuoso, es lo último que has de perder. 

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