Sin cesar todo gira y
gira. Increíble es la vida que te tira. No es simple ni divina, solo
crispa y te afila. Es así hoy la mía, que de tanto escurrirla esta
vacía. Son las hojas del árbol, son las gotas del rocío. Es estar
viva en cada brisa, cuando de a poco van bajando las heridas. Yo me
acuesto en la orilla y la espuma tibia me moja y me acaricia. Y el
cielo una vez más se estrella, sin sacar de sus esferas cada vela.
Con la luz en las pupilas y la sangre burbujeante, siento el corazón
latir sin prisa. No son dioses ni diablos. No son buenos ni son
malos. Son momentos del camino que aglutinan el destino. Y los pozos
que esquivo, como precipicios me espantan. Si sin querer caigo en
alguno, el agujero negro me rescata. Me pierdo, me odio, me callo y
vuelo. Cosas descocidas que de adentro le salen hormigas. Parches en
la casa que cuando hay tormenta se desatan. Flores en la basura que
huelen a podrida hermosura. Es la vida todo esto, y mucho más que
creemos muerto. Son delicias en cristaleros rotos, es el agua
estancada del sótano, son las mariposas de membrillo. Todo junto
desordenado, crea caos equilibrado. Rompen sueños de papel cada gota
de tinta que no se deja caer. Un impacto alocado me da la clave del
espanto. Rojo carne, verde hielo: es la síntesis del desasosiego.
El sudor salado de mi frente habla por mi cuerpo que es muy fuerte.
Mis labios en carne viva, extrañan la saliva que ya no los lubrica.
Serán azules los días que faltan para encontrar de nuevo la sonrisa.
Serán dulces y amargos, serán lindos y extraños. Serán todo lo
que deban ser para culminar con el desconsuelo. Serán alivio y serán
duelo. Serán nada, pero llegará el segundo en que los encierre en
mi ombligo y a partir de ese momento sólo habrá contento.
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