Fueron
años de crecer. Intrépidos tormentos, fugaces felicidades,
desorbitando mi planeta de a ratos, otorgando gracia por instantes
que ni siquiera merecía. Fueron estirando la vida, alejándome a
cuestas de mi restos del día. Años de soledades en compañía, de
momentos inventados de caricias, de risas vagabundas y cortinas de
hielo. De mi ser que no reconocía a veces hasta en ocasiones
íntimas. De mi sangre brotada, lastimada, cicatrizada, hecha costra
y corrompida. Fueron años de cristales rotos y de deliciosos
festines compartidos. De caer y levantarse adentro de la rutina. Años
de sabiduría barata y de baratijas que me enseñaron una tonelada. De
redundancias contempladas bajo la piel agrietada. Fueron años
claros, sucios y semi amargos. Varios años, años de una mezcla
insensata de vulnerabilidad y rebeldía. De estar todo el tiempo
construyendo lo que no veía en la cercanía. Años de locura
malinterpretada y contenta, con resabios de corazones en otros
lechos. De espinas dolorosas de las más preciosas flores peligrosas.
Años de duda en resplandor, desilusión con temor, amor sin motor.
Años de destilación emocional que licuaron de mis venas los
residuos. Fueron muchos, esos años viejos, los que ya no tengo.
Fueron años hechos a medida. Años que no cambio ni por siete vidas.
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